Ellos y la lluvia (I, II y III).

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I

Under my thumb,
the girl who once pushed me around.

Deciden sentarse en la mesa más cercana a la chimenea, bajo la ventana. Huele a alcohol del malo y a un tabaco cualquiera. Hay un piano sin pianista y un hombre que seca vasos con un trapo de dudosa procedencia. Los muebles son viejos, el local es oscuro y las sillas crujen. En las fotografías que cuelgan de las paredes se pueden ver viejas glorias de tiempos pretéritos, muchas de ellas venidas a menos. La decadencia de los que se creen inmortales. El resultadismo de los don nadie. Los espejos de los muros, empañados y llenos de vaho, reflejan un local que seguramente nunca fue mejor de lo que ahora ven.

Under my thumb
She’s the sweetest pet in the world.

Ella se sienta aún con la sonrisa en la boca. Él se dirije a la barra mirándose de arriba abajo, comprobando que, efectivamente, le esperan varios días en cama. Ella le hace un pequeño silbido que él fácilmente reconoce. Al girarse, ella le hace una mueca cariñosa, arruga la nariz y se muerde el labio inferior. Con la mirada se lo dicen todo. El hombre que limpiaba el trapo con los vasos pregunta al joven qué quiere. Él responde que un par de irlandeses, uno de ellos con nata. Él ya sabe qué es lo que ella quiere. No hacen falta palabras. Se gustan.

Feels alright
Take it easy babe.


II

Entran uno detrás del otro al restaurante de moda. Suena Piece of my Heart de Janis Joplin. Él la empuja con prisas y ella tropieza. Su bolso cae y él lo recoge. Llueve. Él, con un pitillo mojado entre los labios y las gafas dobladas en la solapa de su gabardina, acompaña a la mujer de la cintura, haciendo que ésta acelere su paso. El zapato de tacón se rompe y ella hace ademán de caer, pero él la coge del brazo y la sube con fuerza. Llueve. Y están empapados. Tienen goteras. Y llueve sobre mojado. Se odian.

Didn’t I make you feel like you were the only man?
And didn’t I give you nearly everything that a woman possibly can?

Se sientan en la mesa de siempre, cerca de la entrada, dónde todos les ven al entrar. Huele a buen vino y mejores habanos. Hay una cantante recién llegada del vagón de cualquier metro y un camarero que ofrece copas a medio llenar. Los muebles son antiguos, el local está lleno y las sillas tienen cojines de terciopelo. En las fotografías que cuelgan de las paredes se pueden ver actores, políticos y políticos-actores posando con los dueños del restaurante. La libreta de direcciones bien abierta para que todos la vean. La ostentación de los don nadie. Los espejos de los muros, hipócritas y silenciosos, reflejan un local que seguramente nunca fue lo que parece ser.

Take another little piece of my heart now.
Break another little bit of my heart now, darling.

Ella se sienta con el tacón roto aún en la mano. Él, mirándose de arriba abajo, comprueba que, lamentablemente, esa gabardina ya no tiene arreglo. Ella, en su silla, resopla, agacha la cabeza y observa el pedazo de zapato. Se muerde los labios y sus ojos parpadean varias veces, dejando caer una lágrima de rabia o pena. Sin levantar la cabeza del tacón, centra su mirada en la mesa, primero, y luego en él. El camarero que repartía copas medio vacías se acerca y pregunta si los señores tomarán lo de siempre. Sin volver la vista hacia él y con la mirada perdida en la acera mojada, ella asiente. Rutina y costumbre. Se soportan.

Have another little piece of my heart now, baby.


III

Entran juntos al local. Suena You make me feel so young de Frank Sinatra. Élla va cogida de su brazo, le cuesta andar y el bastón no ayuda con el suelo tan mojado. Llueve. Él, con la pipa de fumar en la boca y las gafas colgando de su cuello, le sonríe con simpatía, le hace una reverencia y la deja pasar primero. Ella se hace la tímida, le da un beso en la mejilla y le sonríe. Su guante cae y él precisa de la ayuda de un joven que pasaba por ahí para recuperarlo. Llueve. Y desde que se conocieron ha llovido bastante. Se quieren.

You make me feel so young.
You make me feel there are songs to be sung.

Se sientan en la mesa de cada viernes, cerca de los servicios. Huele a sopa caliente y vino de la casa. Hay un giradiscos americano y un adolescente observa la canción que hará sonar a continuación. Los muebles son los que son, ahora los viejos son ellos. De la pared cuelga un cuadro del equipo que ganó la liga hace casi cincuenta años. Muertos que llenaban estadios. Glorias que ya no son más que un pequeño espacio en la mente de cualquier don nadie que confunde y olvida recuerdos. Los espejos de los muros, sinceros y maleducados, no mienten al que ahora se refleja.

Everytime I see you grin,
I’m such a happy individual.

Ella se sienta apoyándose en el bastón. Él, todavía comprobando el estado de su ropa, se da cuenta de la dificultad que tiene al sentarse y la observa con resignación. Por un momento, la mira y recuerda. Ella se recoloca la chaqueta y el peinado. Se sonríe en el reflejo de la ventana y gira la cabeza buscándole. Sus miradas coinciden. Ella le hace una mueca cariñosa, arruga la nariz y se muerde el labio inferior. A continuación, tose. Él susurra algo al oído del joven que buscaba canciones en el tocadiscos y le da un par de monedas. Suena Stuck in the middle with you de Stealers Wheel. Él se acerca a ella, bailando por el camino. Ella sonríe y él pone cara de tipo duro. Se quieren. Se comprenden.

I’m so scared in case I fall off my chair
And I’m wondering how I’ll get down those stairs

Ahora te toca a ti.

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