[Sigue la conversación en #mequejoentodo]
Lo que vas a leer no tiene como objetivo que la gente me señale con el dedo y diga él tiene el don de la verdad, él es el genio que este mundo necesita. Te advierto que no sé nada de economía, soy incapaz de protestar sin levantar la voz y no tengo ni idea de formalidades. Creo que la educación está para perderla y la falta de respeto para ganársela. Tampoco voy a decirte que las cosas están mal porque todos lo sabemos. Hay crisis, la gente está siendo echada a la calle o teme ser la siguiente en caer. Los sueldos son humillantes, los políticos nos roban más y mejor, los niños llaman héroes a multimillonarios en pantalón corto y los profesores han tirado la toalla.
Y lo peor de todo: somos conscientes de ello.
Tres veces al día con escrupulosa puntualidad la televisión nos cuenta uno, dos y tres nuevos asesinatos, nos golpea con la inabarcable realidad de la corrupción y nos ofrece en primer plano y alta definición a ese pequeño y desnutrido bebé africano rodeado de moscas que no ha comido en varios días. Además, nos narra con indiferencia cómo occidente vomita y rechaza refugiados de guerra que terminan siendo víctimas del Mediterráneo. Por si fuera poco, asistimos impertérritos cómo un grupo de desalmados autofinanciados allá por el no-tan-lejano Oriente Próximo han conseguido unos cientos de fusiles de vete-a-saber-dónde con los que amenazan con atentar en la puerta de nuestras casas. Todo ello precedido de la insolente e hipócrita frase de «Les advertimos que las imágenes que van a ver a continuación son muy duras».
Así, cada seis horas y siempre después de la publicidad, dos tipos trajeados y bien parecidos nos repiten con tristeza teatral, como si fuera obvio y esperado, que una persona que está tan tranquilamente cenando en su casa con su familia ha tenido que salir corriendo porque (a) su pareja ha decidido acuchillarla, (b) una bomba fabricada a dos mil quilómetros está a punto de caer en su techo o (c) ni tiene casa, ni tiene familia, ni nada que comer.
Oye, y nos tragamos la información con una indiferencia admirable, apáticos e impasibles, como rumiantes que mastican monotónos una barbaridad tras otra. Como si fuera lógico y normal. Como si no pudiéramos hacer nada.
Al menos quejémonos, joder.
Lo peor de todo es que esto lo sé yo, lo sabes tú y lo sabe aquél que nos mira con el clásico desdén de los cínicos. Pero no nos sintamos culpables únicos de esta situación, queridos lectores, ni señalados y oprimidos bajo el peso del dedo de la culpa. Todo lo que has leído y vayas a leer es aplicable a cualquier sociedad, no solo ésta en concreto, no solo la tuya, no solo la mía. Cualquiera.
Igual mañana al despertar me da por escribir un libro de autoayuda con prólogo de algún gurú de las emociones que vive a base de arroz blanco y mucho retuit, pero lo dudo mucho, la verdad, y mira que lo siento por el mundo del desarrollo personal, tan falto de frases de galletita china de la suerte como está, pero mi objetivo hoy es que al terminar este texto te levantes lleno de rabia y reclames tus derechos como ser humano. Creo con convicción férrea que a través del cabreo y la indignación podemos convertirnos en mejores personas. Al menos más críticas, eso seguro. Y el pensamiento crítico es un arma muy poderosa, amigo, si no ¿por qué ese IVA a la cultura del 21%? En fin, ya hablaremos de eso otro día.
Dicho todo lo anterior, grábate lo siguiente en la cabeza:
- Sacúdete los sueños y mírate al espejo. Eso que ves es tu mayor enemigo.
- Hoy en día cualquiera aplaude cualquier cosa, y hay que tener mucho cuidado con lo que aplaudimos no vaya a terminar por definirnos.
A partir de aquí, si algo de lo que has leído te ha removido por dentro, utiliza el hashtag #mequejoentodo en Twitter, Facebook o Instagram y quéjate fuertemente de aquello que más te cabree, indigne o te parezca insoportable.
#mequejoentodo
Enric Ochoa-Prieto
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Otro texto que me parece brillante. Y brillante es también cómo razonas. Me encanta el arrojo que tienes Enric. Resueno mucho con el cabreo y con el pensamiento crítico. La sociedad nos anestesia, y tu texto ha conseguido darme una fuerza de tsunami (la que tengo, claro aunque a veces no la saco). Lo del hastag es muy buena idea.
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Muchas gracias por ese comentario! Hay que fomentar el pensamiento crítico… o cítrico, qué más da. Ciertamente la sociedad nos narcotiza. Existen tantos métodos anestésicos como queramos ver: televisión, carrera universitaria, drogas. Creo esencial buscar métodoso analgésicos más que anestésicos, que nos distraigan y alivien la vida, pero solo durante un tiempo. ¿Me sigues? Gracias por comentar, se agradece mucho.
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Otro texto que me parece brillante. Y brillante es también cómo razonas. Me encanta el arrojo que tienes Enric. Resueno mucho con el cabreo y con el pensamiento crítico. La sociedad nos anestesia, y tu texto ha conseguido darme una fuerza de tsunami (la que tengo, claro aunque a veces no la saco). Así que, gracias. Lo del hastag es muy buena idea.
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Muchas gracias, Silvia. Un tsunami de mala leche momentánea siempre es bien recibido. Una sonrisa siempre es agradecida, sobre todo cuando es contagiosa, pero a veces hace falta ser un poco más punzantes y llamar a las cosas por su nombre. Si veo que el hashtag o el post funcionan, la semana que viene haré segunda parte 🙂
¡Gracias por estar al otro lado!
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Me gusta lo de ser punzante (cuando toca) y cuando estamos rodeados de tanto buenrollismo que nos impide a veces ver la parte siniestra de las cosas. Este conocimiento puede doler pero creo que es necesario para actuar y proponer mejores soluciones. Hay una frase de Aldous Huxley que me parece chapeau: Las personas debemos el progreso a los insatisfechos. Y como decía un psicólogo que una vez escuché, la queja ha de ser proactiva, no neurótica. A mí me hizo pensar esta reflexión. Por mi parte, ya he participado en el hashtag. Dicho ésto, decir, que también adoro a la gente alegre, esa es la mejor virtud. ¡Graciassss Enric! 😀
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Excepcional crítica social, Enric. Yo me quejo contigo.
Mucha calidad, como siempre.
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Calidad la tuya, hermano. Quejémonos en la ostia ya.
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Muchísima razón en lo que has relatado. Es exactamente lo que pasa todos los días y lo que hemos adquirido como rutina… Desgraciadamente.
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Faltan más dedos que señalen alrededor que hacia delante. Gracias por el comentario!
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Muy cierto. Una de las cosas que me motivó a estudiar periodismo fue la de cambiar el mundo pero somos millones, ¿quién podría tener semejante poder? Pues todo y cada uno de nosotros, con la convicción de dejarles a nuestros tataranietos un mundo mejor porque el que nos toca, el que le tocara a nuestros hijos, nietos y bisnietos aun estará en esa transición.
Un movimiento que no signifique una fan page sino el día a día, sin proclarmar ni salir en la tele, solo con el accionar diario. Hasta el más mínimo gesto puede cambiar la realidad….
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El mundo se ha cambiado a base de inconformistas, eso está claro. Ahora es mucho más fácil cambiar estándares, pues todos tenemos un altavoz incorporado. Solo falta gritar en la dirección apropiada y que alguien con más poder que tú lo escuche…
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Vaya por Dios. Con la boquita abierta y el dedo a full bajando para engullir más deprisa tus palabras. Así me he quedado. Por fin. ¡Por fin, maldita sea! POR FIN alguien se atreve a escribirlo ALTO y CLARO. Por fin alguien que asegura sin tapujos que el cabreo y la queja pueden ser productivas si no se quedan solo en una patética farsa de quién busca desesperadamente un resquicio de atención personal. I’m in!
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Por fin alguien me da la razón en algo! 😉 Ahora en serio, gracias por el comentario. Siento tardar en contestar, WordPress no me hace mucho caso que digamos.
Estoy un poco cansado del niño no hagas esto, niño no te quejes, niño no señales, niño no hables, cuando los mayores hablen, tú escucha… Mira, prefiero quejarme pronto que arrepentirme a destiempo.
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WordPress te hace bullying jaja no te preocupes, mientras sigas alimentando al gigante (o sease nosotros) con material de esta calité, te perdonamos, al menos yo. Y eso debería bastar 😉
P.D: Leyendo tu comentario me ha venido a la cabeza la canción de aquel anuncio de IKEA (niño no se toca, en el sofá no se salta, en el salón no se come, quita con esto no se juega… La anarquia de la ‘adultez’). Puaj.
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