Abre los ojos y olvídate del quizás.

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Esto va por C.

No sé qué decirte, qué decirme, qué hacer, a dónde ir, en qué creer, a quién preguntar, con quién hablar, qué buscar, cómo encontrar, hasta dónde llegar, hasta cuándo huir. No quiero encerrarme de nuevo, volver a mí, ahí dentro, justo al fondo, y no salir hasta que alguien decida sacarme. Sé que la vida no se trata de vivir en cuevas, no es siquiera comprensible aislarse del resto, pero no estoy todavía para curiosidades, para asomarme a otras vidas ni para ver al otro lado de ningún espejo. De momento la mía se lleva toda mi concentración, todo mi largo etcétera. Si me permites el consejo, no te vuelvas adicto a nada o notarás su ausencia.

¿Sabes? He conocido a alguien, y ese alguien no eres tú. En realidad hace bastante que nos conocemos. Juntos hemos pasado por todas las fases posibles: hemos reído, discutido, nos hemos enfadado y reconciliado. Nos hemos tirado los trastos a la cabeza, insultado e incomprendido. Nos hemos asustado el uno del otro. Nos hemos perdido. Pero siempre juntos. Siempre.

Por si todavía no lo sabes, ese alguien soy yo.

Hoy me he levantado con la vida a cuestas y pensando en mí. Me he cogido del brazo y me he sacado a la calle. Hacía tiempo que no quedaba conmigo mismo a tomar algo y contarme la vida. He visto el mundo de un color distinto al de siempre. He descubierto que el gris tiene matices, que de ningún modo tengo una única alma.

Ese otro yo siempre ha sido temeroso de no darlo todo. El freno de mano puesto no vaya a ser que. No se vaya a pensar que. No sienta que. Como quedarse e irse, todo al mismo tiempo. En cambio, el otro yo se ha pasado la vida rompiendo ventanas, atravesando puertas. Un tren de madrugada rompiendo el silencio del bosque. Sin embargo, yo sé que tanto uno como el otro se necesitan para sobrevivir. Se alimentan mutuamente.

Ya está bien de esperar a que alguien pase página por mí. Qué es eso de esperar. Esperar desespera, diablos. Si la página no se pasa yo mismo pienso arrancarla del libro, hacerla bola de papel y guardar las cenizas en el cajón de los tal vez. Se acabó. Me hago mucho más feliz de lo que yo pensaba. Ya está bien de aguardar inútilmente a que la puerta de salida se abra ante mí, de que el tiempo pase y que a pesar de todo lo único que pase es que no pasa nada.

No me queda otra que dar un último portazo y pedirte disculpas, porque era eso o la ventana. Hasta aquí llegó el cuento. Ya ves: el dragón se comió a príncipe y princesa y en palacio solo quedan platos rotos y sábanas deshechas. Siempre se nos dio bien despertar a los vecinos en Desquicios a Domicilio. Qué duro haber subido tanto para que el techo haya terminado sabiendo a suelo. Que las nubes se hayan vuelto sólidas, el Sol un lunático y el azul del cielo se pierda en el espacio infinito.

Ahora escribo menos, pero siento más. Todos estos años erosionándome el pecho han conseguido que el mínimo roce derive en golpe. Tanto cuento y tanta historia para volver a verme yo frente a las teclas y no saber qué contarme. Tecleo y borro, y otra vez de nuevo. Así no se puede hablar con nadie. 

Joder. Qué felices los inmóviles.


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2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. NITA dice:

    Solo puedo decir… genial. …
    Voy a quedar conmigo misma mañana .

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  2. Sigo poniéndome al día contigo.

    No dejes de contarme tus citas contigo mismo. Por favor. Me hacen vibrar. Pones nombre a las cosas. A mis cosas.

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