Todos nuestros porqués.

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Ruge. Salta. Desaparece. Muerde. Vuela. Encuentra. Cae. Ataca. Levanta.  Sé. Viaja. Grita. Para. Desea. Crece. Recuerda. Acelera. Cree. Empieza. Malgasta. Empuja. Aprende. Levanta. Rompe. Choca. Llora. Sueña. Detona. Pierde. Reinventa. Encara. Proyecta. Une. Frena. Respira. Pelea. Haz. Deja. Siente. Explota. Sacrifica. Corre. Ansía. Imagina. Dispara. Aparece. Lee. Revienta. Silencia. Prueba. Aúlla. Vive. Estalla. Descubre. Crea. Ríe. Baraja. Inventa. Disfruta. Ve. Lanza. Enfrenta. Olvida. Deja. Crea. Termina. Existe. Comparte. Recuerda. Existe.

Una de entre todas esas palabras es la solución a todos tus cómo; la consecuencia de todos tus porqués. Entérate de una vez que la nostalgia es el recurso de los que saben soñar, que tarde rima con cobarde y que la mala suerte es la excusa de los fracasados.

Pero que no cunda el pánico.

Mañana el cielo continuará siendo azul, increíblemente alto e inalcanzable. Seguirá allí arriba y lo único que cambiará con el paso del tiempo seremos nosotros, los de siempre, las moscas atrapadas en la sopa, atropellándonos unos a otros mientras intentamos escapar de esta trampa llamada rutina y de las que todos creemos huir dos días a la semana.

Vaya.

Pásate de 8 a 8 bajo un mismo techo y al llegar a casa escribe esto.

Uhm.

Somos más supervivientes del día a día que muertos de paso.

En fin.

Se cuela febrero por mi ventana entreabierta. Me reclino en mi silla y escucho la calle. Siento las sirenas en mi habitación, las gaviotas en el techo y los coches pitan en mi cama. Todo está aquí dentro y nada queda ahí fuera. Nada más allá que estas ganas de seguir subiendo. De ser la mosca que más alto vuela.

Las televisiones a todo volumen resuenan como un eco insoportable. Siempre lo mismo, la misma mierda. Y quien ve y consume mierda ya sabe lo que come y a lo que huele. Montones de mierda apestando nuestras posibilidades. Jaulas verticales que amontonan 8 familias cada dos plantas. Techos aislantes que nos protegen y separan de las tormentas naturales y no de las que creamos nosotros mismos.

Y lo mejor de todo es que estamos todos en lo mismo. Apilados. Hacinados. Mi única escapatoria es releer la lista de palabras y tachar las que me quedan para completar la colección. Sueno duro y susurro crudo, pero sé que me entiendes y que eres consciente de esta libertad a medias que a todos nos oprime. Eres uno más y para no ser menos no me vas a dar la razón, pero tranquilo, no te lo voy a tener en cuenta. Yo tengo 28 años, números rojos y un teléfono mudo en el salón. También espero esa llamada, pero no va a llegar. La oportunidad no llama. La suerte no existe pero tú sí.

Podría ser más severo y más claro, pero entonces este texto tendría el efecto adverso y tú comenzarías a reírte de mí. Lo gracioso es que yo ya lo hago por ti, solo espero que te unas. Lo único que tienes que hacer es sostener la escalera y esperar a que alguien te pase por encima. Entonces volverás a este texto buscando tus porqués. Tú sigue sosteniendo la escalera. No ganarás tanto como el que esté en lo alto pero con un poco de fortuna alguien vendrá a darte la palmadita en la espalda.

Lo siento. Podría venir a aquí enarbolando la bandera del tú puedes y todo el mundo me escucharía. Mis palabras rebotarían de pared a pared, se arrastrarían por el suelo y subirían como un humo esperanzador. Palabras dulces y amables pegándose a los muros de tu mente, acumuladas unas encima de otras. Montañas de esperanza. Sería fácil. Mentiras maravillosas y confeti para todos que ya lo barrerá otro. Pero entonces yo no sería yo y tú sonreirías como el bobo de tu derecha.

Me siento a salvo con mi teclado. La seguridad que me aporta la escritura no me la da nada más en este mundo. Sin embargo, yo también madrugo, trabajo y duermo. Hámster y rueda, todo en uno. Me lees y te parecerá que me siento por encima, como si ya hubiera visto la película y te estuviera contando el final. Pero ya ves, solo soy uno más.

Si me lo propusiera podría seguir escribiendo todo lo que queda día. ¿Te lo imaginas? Llenar 300 páginas a base de hostias. Sería fantástico. Pero te contaré un secreto: a nadie le gusta la verdad. De hecho, a nadie le importa una mierda lo que hago. Ni si quiera a mí. Vuelvo aquí de mes en mes y si me he visto no me acuerdo.

Esta noche es mi cumpleaños.

Y tú me estás leyendo.

Al resto, permitidme un consejo:

Obviadme.

Obviadme y reíos mientras podáis.



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5 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Es verdad, a nadie le suele gustar escuchar la verdad, pero a veces es necesaria. Me gusta lo que has escrito, hace reflexionar.

    ¡Feliz cumpleaños!

    Un saludo,

    Daniel.

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  2. NITA dice:

    Bonita reflexión…. y no es que lleves razón o no… es que es la realidad de hoy… yo también soy un hamster con una rueda un poco más grande (trabajo, casa, niños…) pero no podemos dejar que la rutina se convierta en monotonía.

    Feliz cumpleaños. Dentro de una semana me toca a mí ^-^

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  3. Feliz cumpleaños! A mi sí me importa lo que haces, lo malo es que no soy la llamada que esperas… Por eso no te llamo. Pero igual este pequeño comentario sirve un poco de confeti, para darle algo de color a la rueda de hamster…

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  4. Ano Intermedio dice:

    Que tal por la tarde una mica de las premisas teóricas de las cosas de los circulos de los muebles y el ejército de la fianza de los dos de la tarde. No se puede ser más alta del hospital y que se ha dicho el viento que hay.
    ANO

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  5. Llego tarde, lo sé. Pero después de lo mucho que sonrío leyéndote, no puedo no felicitarte (4 meses después).

    Gracias, una vez más. No sé que más decir. Porque todo quedaría absurdo, pedante y ridículo. Así que ya me callo. Pero sigue escribiendo. Sigue, por favor.

    «La seguridad que me aporta la escritura no me la da nada más en este mundo. Sin embargo, yo también madrugo, trabajo y duermo. Hámster y rueda, todo en uno. Me lees y te parecerá que me siento por encima, como si ya hubiera visto la película y te estuviera contando el final. Pero ya ves, solo soy uno más.»

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Ahora te toca a ti.

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